El camino de Santiago, el camino de la vida

El camino de Santiago es una peregrinación que se realiza desde varios puntos de Europa hacia Santiago de Compostela, España. Muchos hacen el camino por motivos religiosos, otros espirituales y muchos por la experiencia de la caminata, la gente y los paisajes. Yo elegí compartir este camino con mi amiga Rochi. Ambas con un objetivo común de autoconocimiento y conexión con la vida, empezamos esta experiencia con incertidumbres, expectativas y ansiedad por lo que nos iba a deparar el camino. Aquí, nuestra experiencia! 

Día 1 (Porto-Vila do Conde, 36 km): Comenzamos en Porto, Portugal. Comenzamos sin saber para donde ir o qué hacer. Las flechas te van indicando (o más bien sugiriendo) un rumbo, pero al final está en uno elegir seguirlo o no. Cada paso era difícil, había que parar, recuperarse y volver a caminar. Ya en nuestro primer día, nos perdimos. Sobrellevando dificultades y frustraciones, volvimos a encontrar el camino. El primer día, nos llevo casi 11 horas llegar a Vila do Conde y enterarnos al llegar que ya no había más lugar en el albergue. Caminar casi 36 km con mochilas de entre 6 y 8 kg no fue fácil y las ganas de tirar la toalla fueron un pensamiento recurrente. Lidiar con la frustración, no poder llegar y relajar, tener que resolver necesidades básicas como techo y comida, se convirtieron en prioridades. En ese momento, aunque a lo lejos, ya se cruzó en nuestro camino una de las almas que nos llevamos para siempre en nuestros corazones, una catalana llamada Estefi. Una luchadora con un corazón de dulce de leche que dormía en finas colchonetas y su bolsa de dormir en el piso a la entrada del albergue. Finalmente, conseguimos una habitación en un alojamiento privado, aunque por un precio mucho mas alto del que esperábamos pagar en el albergue. Sin embargo, todo ocurre por una razón. Gracias a esta situación, esa noche terminamos cenando en el lugar más acogedor y cálido de todo el camino llamado Loja do Caminho. También, sin saberlo, nuestros “errores” de ese primer día iban a definir el resto de nuestra experiencia. Con mucho cansancio y el cuerpo dolorido (no solo piernas, sino también espalda, cuello y brazos) nos fuimos a dormir esperando recuperar las energías para lo que se venía el próximo día.

Día 2 (Vila do Conde-Marinhas, 34 km): Nos despertamos super temprano y, con todos los dolores del día anterior, ya al alba comenzamos a andar por la rambla, procurando llegar al albergue de Marinhas a tiempo para conseguir lugar. Esa mañana se cruzó en nuestro camino un alma que se robo nuestros corazones, un murciano que con su acento y chistes malos iluminó nuestra mañana. En ese momento no teníamos idea de lo importante que iba a ser este Anto en nuestro camino. Paramos a tomar un cafe y seguimos caminando prácticamente solas el resto del día. Charlando de los lenguajes del amor y las reflexiones del camino, sobrellevamos todos los dolores y cansancio para llegar, con nuestras últimas fuerzas, al albergue de Marinhas. Una fila de mochilas y peregrinos descansando a la sombra indicaban que habíamos llegado al lugar correcto. Luego de acomodarnos en nuestras literas, ducharnos con agua fría y lavar algo de ropa, una voz murciana diciendo “che, boluda” nos invito a unirnos a otros peregrinos en un almuerzo en la playa. Una cosa llevo a otra y terminamos haciendo acroyoga en la playa con Rochi, Anto, Estefi, Carmen y Giuseppe. Para muchos esa fue su primer experiencia volando, pero para todos fue el inicio de una gran amistad. Aquel día compartimos mates, charlas, casi-atardeceres, dolores, masajes y una cena con sandwiches “de lo que había” y cerveza. 

Día 3 (Marinhas-Viana do Castelo, 28 km): Fuimos casi las ultimas en despertarnos de nuestra habitación. La noche había sido difícil. Dormir en las literas de arriba, con calor y ruidos no fue fácil. Fuimos casi las últimas en salir del albergue. Caminamos unos 21 km hasta Viana do Castelo, lo cual nos llevo aproximadamente 5-6 horas. El camino fue hermoso, por el medio del bosque, cruzando arroyos, atravesando viñedos. Sin embargo, el último tramo fue difícil, hacía mucho calor e incluso sentí que me faltaba el aire. Llegué al albergue de Viana do Castelo con un dolor muy fuerte en el tobillo, pero fue una sensación increíble notar como mis dolores iban mutando de una parte del cuerpo a otra. “Nada se pierde, todo se transforma” diría Jorge Drexler. Lo mismo sucede con las relaciones, con el tiempo y las experiencias compartidas, las conversaciones se vuelven más profundas, los desacuerdos duran menos, nuevas personas se cruzan en tu camino, otras eligen un camino diferente. Aquel día terminó con un hermoso atardecer desde el mirador Santa Luzia, compartiendo más charlas y momentos. Aquella noche se cruzó en nuestro camino otro ser mágico, un tano con corazón enorme y la perseverancia de un león. Aún sin saberlo, a partir de aquel día, Andrea iba a transformar nuestras mañanas con su toque de ternura y apoyo incondicional.   

Día 4 (Viana do Castelo-Guarda, 34 km): Esa mañana fue mágica, ver el amanecer desde la playa, con la niebla matutina, dejando atrás los paisajes de Viana do Castelo despertaron una felicidad inmensa en mí. Olvidándome de los dolores y el peso de la mochila, me pasé la mañana escuchando música y bailando mientras caminaba con Rochi y Giuseppe hacia nuestra proxima parada, Guarda, en España. Todavía recuerdo la sensación placentera del agua de mar refrescando mis pies, al cruzar la playa de Ancora. Momentos mas tarde, sin buscarlo ni planearlo, nuestros caminos se volvieron a cruzar con los de Anto, Andrea, Alessandra y Francesca. Cruzamos el río a España en una pequeña lancha y festejamos nuestra llegada a Galicia con unas cervezas heladas, luego de las cuales el último tramo del camino restante no se hizo para nada fácil. Nos acomodamos en el albergue de Guarda, disfrutamos de la playa, más acroyoga, atardecer y nuestras primeras tapas españolas que dejaron un gran recuerdo. 

Día 5 (Guarda-Baiona, 34 km): Debo confesar que así como todo se transforma, mi estado de ánimo también lo hizo. Por la mañana, las cervezas y copas de vino de la noche anterior no pasaron desapercibidas. Me desperté cuando aún era de noche, con mucho dolor de cabeza y mal humor. Comenzamos a caminar con Rochi, las dos solas, por caminos de mar, bosque, carretera. Momentos más tarde, mates y música de por medio, nos encontramos cantando a viva voz mientras caminábamos al costado de la carretera, no pudiendo quitar la vista de los hermosos paisajes que nos rodeaban. Fue en ese momento que me volvió el recuerdo del mal humor de apenas unas horas antes, que ya no era más que un lejano recuerdo. Todo se transforma. Almorzamos todos juntos en el camino y con Rochi seguimos nuestro camino a Baiona, donde el primo de Rochi nos pasó a buscar para pasar la noche con la familia de ella en Nigrán. Esa fue la primera noche que pasamos separadas del grupo, y si bien el tiempo con gente nueva fue muy ameno e interesante, fue raro separarse de la manada. 

Photo by Rochi VP

Dia 6 (Baiona-Vigo, 24 km): Aquella mañana nos volvimos a encontrar con el grupo, al menos con Anto y Estefi, para seguir camino a Vigo. Si bien los paisajes no se disfrutaban mucho por la poca visibilidad, la buena compañía hizo que valiera la pena. Nos la pasamos cantando y charlando, apoyándonos unos a otros cuando lo necesitábamos. Nos volvimos a reencontrar todos en Vigo, donde comimos unas exquisitas tapas gallegas. Ese día conocimos (o al menos yo) a alguien nuevo, que si bien había estado todo el tiempo fisicamente presente, hasta ese momento no se había dejado ver ni vivido en todo su potencial. Fran, una tana con un corazón enorme, floreció ante nuestros ojos cuando se permitió abrir las alas y volar. Una pequeña de fuego y de una bondad incomparable. Esa tarde, Rochi y yo nos acomodamos en la casa de Manu, su prima, y luego nos volvimos a reencontrar con el resto de los peregrinos para ver el atardecer e ir a cenar. Aquella era nuestra última noche todos juntos, ya que la siguiente etapa Rochi y yo seguíamos hasta Pontevedra mientras que los demás paraban en Redondela. Entre varias copas y emociones, esa fue la noche de despedida más larga de todo el camino. 

Día 7 (Vigo-Redondela, 20 km): La etapa de Vigo a Redondela fue corta, solo 16 km, y llegamos antes del mediodía. Sabiendo que aquella era nuestra última etapa juntos, me puse bastante sensible y necesite caminar un rato sola para procesar mis emociones. Para los demás ese era el destino final, mientras que nosotras planeamos hacer 18 km más ese día para llegar a Pontevedra y finalmente poder pasar la última noche en Santiago de Compostela. Luego de un fuerte torbellino de emociones (con lágrimas y todo de por medio), tomamos la decisión de no despedirnos del grupo aún, de seguir disfrutando de esa experiencia única con ellos. Como una vez dijo Anto: “El camino son ellos”. La conexión que sentimos, no se puede describir con palabras. Dimos vueltas por Redondela (aunque no había mucho para hacer), tomamos, fuimos a la playa en trencito, tomamos de nuevo, cenamos y terminamos tomando unas cuantas botellas de vino en el albergue, con algunas confesiones de por medio. (A esta altura del relato ya deberán creer que somos uno grupo de alcohólicos… jaja)  

“Dejarse llevar suena demasiado bien, jugar al azar
Nunca saber dónde puedes terminar, o empezar” 

Día 8 (Redondela-Pontevedra, 23 km): Este día lo disfruté mucho, sabiendo en el fondo de mi corazón que habíamos tomado la decisión correcta al quedarnos y que sea lo que sea que pasara después lo íbamos a poder resolver. Esta etapa, y sus “putas” bajadas, la hicimos prácticamente toda con Rochi, Estefi y Andrea, apoyándonos en los otros cuando la cosa se ponía difícil. Hermosas vistas de viñedos y pueblos perdidos de Galicia. Llegamos a Pontevedra justo a tiempo para conseguir lugar en el albergue y salir a disfrutar esa hermosa ciudad y sus agasajos gastronómicos. Por la tarde decidimos quedarnos en el albergue y desafiarnos a abrir una botella de vino con un cuchillo. (No nos juzguen, llega un momento del camino que las cosas simples cobran gran importancia! jaja) Hoy me di cuenta lo importante que son las cosas simples de la vida… un abrazo, una palabra de aliento, una historia o una caricia valen oro cuando uno mas las necesita y muchas veces en el día a día ni siquiera lo notamos o lo damos por sentado. 

Día 9 (Pontevedra-Caldas de Reis, 25 km): Hoy quise vivir la experiencia de caminar una etapa sola. La mayoría de los peregrinos recorren el camino solos, si bien uno nunca está solo. Arranqué a caminar temprano y a mi ritmo, a paso rápido y constante, conectándome con mi música y mis pensamientos. Las personas iban y venían, algunas seguían de largo, otras elegían caminar a mi lado. Es más, estando sola y fisicamente lejos, me sentí más acompañada que nunca. De a poquito, pasito a pasito, todos fuimos llegando a Caldas de Reis, nos acomodamos en el albergue y fuimos a almorzar al barcito de la esquina, la mayoría ya muy cansados para seguir caminando. Esa noche decidimos cocinar en el albergue, pasta a la carbonara hecha por nuestros propios chefs italianos, siempre disfrutando de la buena compañía.

Día 10 (Caldas de Reis-Teo, 29 km): Lamentablemente este día comenzó con un gusto amargo. Muy temprano por la mañana, mientras nos preparábamos para salir, alguien entró al albergue y robó dinero a algunos peregrinos, entre los cuales yo estaba incluida. Si bien el dinero no es lo importante, la sensación de inseguridad y violación a la privacidad me dejó con una sensación desagradable. Sin embargo, fue increíble no solo el apoyo de cada persona a su propia manera, sino también darme cuenta que algunos incluso lo habían sentido como si les hubiera ocurrido a ellos. Sin embargo, el abrazo o la palabra justa en el momento indicado valieron muchísimo más que el dinero robado. Por suerte, una vez que empezamos a caminar todo eso ya quedó atrás. Arrancamos con una densa niebla por la mañana que se transformó en un sol radiante cuando llegamos a destino. Ese día fue uno de los más físicamente difíciles para mí. Ya desde el principio de la caminata empecé a sentir un dolor muy fuerte en el tobillo derecho que se volvió muy intenso a la mitad del recorrido, sumado al dolor de las ampollas que me habían salido el día anterior. Una parada estratégica unas 2 horas antes de llegar me permitió recobrar las fuerzas necesarias para llegar a destino. Ese día fui la última en llegar al albergue, pero sabiendo que tenía gente a mi lado que me apoyaba. El albergue de Teo era pequeño y al llegar pudimos ocupar las últimas 3 camas libres (para 6 personas… hagan las matemáticas! jaja). Para ese momento, ya eramos una gran familia! jaja Nos acomodamos como pudimos y salimos a hacer lo que mejor sabemos… comer y tomar! jaja Disfrutamos nuestra última noche juntos al máximo, lo mejor que nuestros cansados y doloridos cuerpos nos permitieron.

Día 11 (Teo-Santiago de Compostela, 16 km): Si bien la última etapa fue la más corta, no fue por lejos la más fácil. No solo el cuerpo ya esta cansado, sino que las emociones también empezaron a jugar un rol importante. El final de un camino, de un recorrido, de una experiencia… una despedida. Creo que me costaron más esos últimos 13 km que los 36 del primer día. Pero los disfrutamos como pudimos, juntos hasta el final. La llegada a la Catedral de Santiago fue muy emotiva. Lloramos. Nos abrazamos. Reímos. Disfrutamos nuestros últimos momentos juntos, pero cada uno procesó y vivió ese momento a su manera. 

Cada camino es único, cada uno elige cómo y con quién queremos recorrerlo. En nuestro camino por la vida tomamos decisiones y no sabemos lo que nos perdemos del otro lado. No hay decisiones correctas o erróneas, hay elecciones, y nuestras elecciones nos llevan a donde debemos estar. A veces caminamos solos, a veces con amigos, familia, parejas; a veces con extraños. Cada persona se cruza en nuestro camino por alguna razón. Algunos se quedan minutos, otros años. Y finalmente, nada es permanente. Los dolores se sufren pero luego se van, los momentos felices se disfrutan y se guardan como recuerdos. Lo importante es vivir el presente porque el mañana siempre va a ser diferente del ayer. 

“Qué bonito caminar detrás de ti
Llevarte siempre delante
Cuando giras la cabeza estoy aquí
Y nunca voy a marcharme”

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