Diario de viaje de 100 mujeres científicas que se proponen hacerle frente a las consecuencias del cambio climático.
Hace poco más de 3 semanas, desde Ushuaia, anticipaba la expedición de mujeres a la Antártida más grande de la historia. Este viaje se llevó a cabo de la mano de Homeward Bound, un programa internacional deliderazgo y empoderamiento para mujeres en el ámbito científico que tiene como objetivo formar líderes frente a la crisis climática y crear un futuro más sustentable para todos.
La experiencia de esa travesía me enseñó a conectarme con el medio ambiente desde un lugar mucho más personal. En el contexto de la incansable lucha de la adolescente Greta Thunberg, entendimos que estamos frente a un cambio de paradigma en nuestros actuales modelos de liderazgo. Cien mujeres salimos de nuestra zona de confort y nos pusimos en acción frente a la crisis climática. Este es el resumen de un gran desafío que nos llevó al continente blanco y nos transformó para siempre.
La expedición a la Antártida, paso a paso
En la nota anterior, describía como es la vida a bordo del barco, los lugares que visitamos en la península antártica y las actividades que estuvimos llevando a cabo. A medida que transcurrían los días, el programa se volvía cada vez más intenso, las conversaciones más profundas y nuestra conexión con la causa de la emergencia climática cada vez más fuerte.
Una de las actividades en el barco fue el llamado “Simposio en altamar” donde cada una de las 100 mujeres presentó su historia personal y profesional que la llevó a embarcarse en este proyecto sin precedentes. Las presentaciones abrieron un nuevo diálogo y colaboraciones hacia un objetivo común.
Hacia el final del viaje, tuvimos la posibilidad de visitar la base argentina Carlini y la base china La Gran Muralla, y de hablar con los científicos e intercambiar opiniones y conocimientos. Como argentina, me sentí muy orgullosa de la hospitalidad y excelente predisposición de los científicos. La investigación que se lleva a cabo allí (así como en otras bases argentinas) es poco conocida para el público general, pero es de gran importancia no solo para los ecosistemas antárticos, sino para todo el mundo.
Lamentablemente la presencia femenina en la base aún es mínima, pero las mujeres cada vez tienen más posibilidades y de a poco van ocupando posiciones de liderazgo, aún en tareas antiguamente consideradas masculinas como invernar en la Antártida. Es así como en invierno 2020, Jazmín Fogel, bioquímica argentina de la Universidad Nacional de La Plata, será la jefa científica de la Base Carlini y la responsable de las actividades científico-técnicas durante otoño e invierno.
¿Cómo fue el final de esta experiencia?
Llegando hacia el final del viaje, todas las emociones se fueron intensificando. Cada vez sentíamos más conexión entre nosotras, armando proyectos y colaboraciones. También cada vez nos conectábamos más con el ambiente que nos rodeaba. Ver ese paisaje tan prístino y frágil nos llegó al corazón y nos transmitió un sentimiento de urgencia, de que no podemos postergar más la protección de nuestro planeta, de nuestro único hogar.
También, cada día nuestro vínculo se iba haciendo más fuerte, emociones de tristeza y felicidad estaban a flor de piel. Pasamos una jornada completa jugando en la nieve, conectándonos con esa niña interior que muchas veces perdemos al crecer, y también pasamos largas horas reflexionando sobre el futuro de nuestro planeta. El último día que desembarcamos en la Antártida, además de aprovechar para absorber lo más posible el aire, los sonidos, la belleza y la sabiduría antártica, nos llenamos de coraje e hicimos la famosa (y casi obligatoria) inmersión en agua helada.
La vuelta estuvo llena de pequeñas sorpresas que ninguna se esperaba. Por ejemplo, la primera vez que volvimos a ver la oscuridad después de 3 semanas fue todo un shock. Lo mismo cuando el paisaje cambio del casi blanco y negro de la Antártida, al verde del extremo sur del continente americano. Pequeñas cosas de las que no nos damos cuenta hasta que no lo tenemos.
La primera noticia con la que nos encontramos al volver a “conectarnos” con la realidad en tierra firme fue la desaparición del avión Hércules a mitad de camino hacia la Antártida. Muchas veces sentimos estas noticias como lejanas hasta que nos tocan de cerca. Solo cuatro días antes del accidente, habíamos visto al Hércules sobrevolando la Base Carlini y nos contaron que ese es el avión que lleva a los científicos y personal a muchas de las bases argentinas. Si bien se desconocen aun las causas del accidente, esa noche había una tormenta fuerte sobre el Pasaje de Drake de la cual el barco en el que nosotras viajábamos pudo “escapar”. Esto no tiene mayor implicancia desde lo técnico, pero desde lo personal no puedo evitar sentirme tocada por estos hechos.
El cierre del programa estuvo lleno de emociones. La red de contención y apoyo que se formó entre todas las participantes, sin importar su nacionalidad, edad, color de piel, religión o profesión, se fue tejiendo de a poco durante las últimas 3 semanas y fue simbolizada en la creación de un proyecto de arte conjunto entre las 100 mujeres unificando nuestras diferencias por un objetivo común. Un fuerte simbolismo de lo que vivimos.
¿Qué me llevo de la expedición a la Antártida?
En la nota anterior describía cómo es el trabajo en la Antártida de la expedición de mujeres más grande de la historia y ahora llego el momento de difundir los resultados. Como científicos, si bien cumplimos un rol muy importante en la sociedad, muchas veces nos olvidamos de “traducir” los resultados de nuestras investigaciones de manera que puedan generar un impacto real. En la realidad que vivimos frente al cambio climático, esto es claro. La ciencia sobre las causas y consecuencias del cambio climático es irrefutable, sin embargo estamos fallando en su implementación.
Ante el sabor amargo que dejó la reciente Cumbre Mundial sobre el Cambio Climático COP25 en Madrid, donde se vio que la voluntad política internacional no está a la altura de la crisis climática y las demandas de la ciudadanía, todas las participantes del programa Homeward Bound (aquellas que compartieron esta experiencia conmigo en Antártida y las casi 300 de los grupos anteriores) sentimos una gran frustración.
Sin embargo, la experiencia en Antártida nos enseñó a conectarnos con el medio ambiente desde un lugar mucho más personal, nos convertimos no solo en embajadoras de la Antártida, sino en protectoras de la Madre Naturaleza. Aprendimos que la Antártida es un ejemplo mundial de diplomacia científica, que es el último lugar en el planeta donde podemos pisar suelo compartido, que es una reserva natural para la paz y ciencia, la cuna de la colaboración y cooperación entre países.
También aprendimos la importancia de los océanos y los ecosistemas marinos en el cambio climático, y en particular de la protección de estos ecosistemas en la Antártida ya que ellos afectan en gran medida la temperatura global, los fenómenos meteorológicos y hasta nuestra cadena alimenticia. Es así como, en el contexto de la incansable lucha de la adolescente Greta Thunberg hacia la urgente acción climática, el programa de liderazgo Homeward Bound propone un cambio de paradigma en nuestros actuales modelos de liderazgo: la inclusión de las minorías (incluyendo a las mujeres en posiciones de poder), el diálogo, la colaboración y la conexión profunda por un futuro común.
Más de la mitad de las mujeres arriba del barco tienen hijos pequeños y una promesa implícita que nos hicimos, fue cuidar este planeta para que ellos (y todas las generaciones futuras) tengan un hogar saludable y sustentable donde vivir.
¿Qué hacemos las mujeres frente a la crisis climática?
Para tomar acción frente a la crisis climática, hay que necesariamente salir de la zona de confort, sentir en carne propia el daño que le estamos haciendo a nuestro planeta y cambiar radicalmente nuestra forma que existir en este planeta. La sociedad consumista e instantánea en la que vivimos, explotando nuestros recursos naturales hasta que ya no haya vuelta atrás, es un modelo que tiene que cambiar si queremos seguir existiendo como especie. El rol de las mujeres es crucial en este cambio. Tenemos la responsabilidad de luchar, ser vistas y escuchadas, y de actuar. La empresa española Acciona, líder en soluciones sustentables y patrocinador del proyecto Homeward Bound, denominó a nuestra experiencia la “expedición al cambio de mentalidad” y eso es lo que hace falta para frenar la crisis climática.
Nos despedimos de esta experiencia con objetivos claros y proyectos de colaboración. Nuestro principal objetivo es demostrar con hechos (y no palabras) que un liderazgo diferente es posible, que la vulnerabilidad es nuestra mayor virtud y la colaboración nuestra herramienta más fuerte. Ya comenzamos a colaborar en proyectos como la búsqueda de maneras más eficientes de comunicar el cambio climático, en la compensación de emisiones de carbono, en la declaración de la Antártida como Área Marina Protegida y en la mentoría de más mujeres en la ciencia, sobre todo de los grupos menos representados.
La sociedad consumista e instantánea en la que vivimos, explotando nuestros recursos naturales hasta que ya no haya vuelta atrás, es un modelo que tiene que cambiar.
Si bien la COP25 en Madrid no logró el consenso internacional sobre uno de sus objetivos principales, la regulación de los mercados de carbono, destacó la importancia del liderazgo femenino frente a la emergencia climática. Participantes de Homeward Bound también se reunieron en Madrid para buscar soluciones basadas en un cambio de mentalidad. En este contexto, el cambio de paradigma ya lo estamos empezando a ver en la Argentina, donde no solo volvemos a tener Ministerios de Ciencia y de Medio Ambiente, sino también con la creación del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad. La colaboración y cooperación transversal de estos ministerios va a ser clave para que nuestro país pueda hacer frente a la crisis climática.
Estoy volviendo a la Argentina, completamente transformada por esta experiencia. Sintiendo un profundo dolor y urgencia por el futuro de nuestro planeta, pero también una enorme esperanza de que el cambio es posible, pero hay que hacerlo entre todos. Las 99 mujeres que compartieron esta experiencia conmigo ya están cambiando el mundo hacia un futuro más sustentable y se suman a las casi 300 que están trabajando en colaboración desde 2016. Necesitamos un cambio urgente y para eso necesitamos apoyo, colaboración, inclusión y sobre todo mucho coraje.
Este artículo fue publicado originalmente en tn.com.ar